viernes, 12 de noviembre de 2010

6 días

Faltaban sólo tres semana para cumplir los 18 años cuando me fuí por primera vez de casa. Mamá me llevó a Concepción en su auto, cargado de ropa y cosas que pensaba iba a necesitar. Llegamos un domingo con sol. Después de un almuerzo en casa de unos amigos de la familia, fuimos a visitar un "dato" de alguien que ofrecía arrendar un dormitorio, en pleno centro de la ciudad. Me gustó de inmediato la pieza. Aunque pequeña y compartiendo un baño con otras dos mujeres (una de ella era la dueña y la otra, una chica que terminaba su carrera de Obstetricia y Ginecología), la vista era impresionante y tenía todo lo que necesitaba: conexión a buses, supermercados cerca, una cama y un velador donde dejar mis cosas.
Mamá me ayudó en este proceso de "cambio de vida" y regresó a su casa, a 200 kilómetros. Me quedé sola, organizando cosas y limpiando otras. Miré por la ventana repetidas veces hasta que me pude imaginar viviendo en ese departamento dúplex.
Pensé tantas cosas que no puedo recordar. De seguro tengo algún documento con el archivo por ahí.
Ahora sólo miro 10 años atrás y veo que ha pasado tanto tiempo... tantos cambios, tantos viajes, tanta gente y millones de historias.
Recuerdo muy bien de ese día que, al anochecer, comenzó a llover en Concepción. No sabía muy bien cómo funcionaba el sistema público de transporte (las micros) porque jamás tuve que tomar una en Linares, donde crecí con mis padres.
Salí entonces a caminar a la ciudad llena de luces reflejadas en el suelo. Un cielo rojo y gris y mi futuro por escribirse.
Con la misma ansiedad que esperé a que llegara el lunes 4 (cuando entraba a la universidad), esto ahora. A 6 días de irme de Chile para vivir con mi esposo, en Alemania.
Aún estas últimas palabras las siento GRANDES. Como me pareció decir que era una "universitaria" a los 17 años.
Al día siguiente, el lunes 4 de marzo del 2001, recordé a mi mamá cuando supe que estudiaría periodismo. Ella, desde el baño, gritó que me "estaba viendo ya, grande y profesional, escribiendo libros". Yo leía la carta de aceptación de la Universidad desde el pasillo de la casa, en el único computador que teníamos entonces, cuando tener un computador con Internet era todo un privilegio y había que esperar MINUTOS a que una página cargara completamente.
Suspiro y sigo recordando.
Soy muy abierta a los cambios y realmente no pienso en cuán asustada estoy. Eso lo dejo para después, para cuando "escribo mi propia historia" en algún papel, servilleta o pantalla de computador. Que suele ser muy muy muy después.
El lunes 4 de marzo estaba lloviendo muchísimo. Me levanté a las 6, cuando aún estaba oscuro. A las 7:30 salí del edificio para ir a la Universidad. Intenté recordar las instrucciones para tomar la locomoción a la universidad. Caminé dos cuadras, en las que quedé empapada; y finalmente en la calle San Martín ví cientos de micros llenas de gente. Con muchos números, varios colores que las diferenciaban y yo, ahí, parada e inmune por mi inexperiencia. Intentando tomar una, como si lo hubiese hecho toda mi vida.
"Toma cualquiera que diga que va al Mall", fue la instrucción que me dió mi compañera de departamento. Uhmmm... había varias que decían "Talcahuano", "por Autopista", "Por San Martín", etc. De pronto ví a un grupo de jóvenes -como yo- intentando subir a una micro que venía casi llena. Imaginé que estudiaban en la universidad así es que los seguí y me subí.
Estudiante, por favor. Le dije al chofer. Él me miró y dijo "carné", ... qué? supliqué. "Su carné escolar", replicó él. No tengo, titubié... es que es el primer día de clases. Intenté explicarle que no era de allí, que era la primera vez que subía a una micro llena de gente, que.... pero sólo hizo una mueca y me dió el vuelto. Un poco enojado porque tardaba mucho en el trámite ya automatizado de los demás, culminó con un "ya, pase para atrás no más. rapidito... avancen hacia atrás qu ehay espacio..." Su voz de general del ejército me asustó, pero me dejé llevar "por la manada".
El viaje duró un siglo. Paramos en cada fin de calle, siempre que alguien levantaba su mano. Tardamos 45 minutos en llegar hasta la Universidad. Claro, para entonces quedábamos casi sólo chicos jóvenes con cara de incertidumbre.
Me bajé con la ropa ya seca, lista para mojarme más aún en la pasarela sobrenivel que cruza la otra autopista.
Llegué a las 8:25am. Los chicos de primer año estábamos citados para las 8:30. Pero aún no se sabía nada... sólo ví a unos 60 jóvenes como yo buscando con miradas, rechazando con gestos un saludo amable y abrazando desconsolados cuando se daban cuenta de que seríamos compañeros por mucho tiempo.
Subí al segundo piso, haciendo caso omiso de estas manifestaciones. Miré hacia abajo y, solo con otra chica que también miraba a la gente, me atreví a preguntar "eres mechona también?".
La chica se convirtió en mi mejor amiga los 5 años de carrera. Leslie. (hoy, casada con un Sebastián, otro de los mejores amigos que tuvimos en la universidad. Tienen una hija, Sofía Valentina, de poco más de un año).
Hoy está nublado en Linares. Me quiero ir a Viña pronto, hacer mi maleta, preparar una caja para enviar por correos a Alemania -con mi ropa de verano-, no sé. Sentirme más lista o preparada de lo que estoy ahora.
Pero estoy aquí, sentada esperando a que las cosas sucedan. Ocupando mi tiempo en sólo compartir con mi abuelita. Ella tiene 90 años y la certeza de que no me volverá a ver, viva.
Así es que estoy con ella el mayor tiempo posible. Ayudándole en la cocina, la huerta, cortándole el pelo o tiñéndoselo. Hablando de la gente y las cosas, de los paisajes que vió cuando era joven. Tiene tan buena memoria que me asombra escucharla.
Ella recuerda muy bien cuando tenía 6 años. Yo también, pero sólo tengo 27.
Ella vivió pocos cambios significativos, nunca viajó al extranjero, nunca tomó vacaciones en un lugar desconocido, nunca se apresuró a conocer algo desconocido. Más bien dejó que la vida hiciera su parte y ella sólo se sentó a mirarla, a admirarla... como cuando admira las flores o las plantas crecer... con una simetría perfecta, cada hoja, cada espina. Así vivió ella su vida.

lunes, 8 de noviembre de 2010

10.. comienza la cuenta regresiva

Quisiera gritar. pero es mejor explicar las razones de mi pasión antes de decir "Ahhhhhhh!!!"
En fin, esto de escribir ha sido siempre mi pasión. Pero no encontré ocasión para ponerla en práctica.
En los 10 días que me quedan, siento el frensí mental de volcar todo lo que sienta, piensa y haga en este blog. Lo lea o no en el futuro (yo o alguien más), debo hacerlo.

Hoy es lunes. En 10 días parte un vuelo con destino a Fránkfurt. Y en ese vuelo estaré yo.
Hay tantas cosas, detalles e historias por contar que se me hace complicado el inicio.

Por eso, sólo "palabrearé la realidad", como decía una profesora de Comunicación.

Hoy es lunes, 15:54 hrs de acuerdo a mi computador. Computador que he decidido, dejaré en mi país natal. Mañana iré a comprar un sucedáneo de laptop para llevarme la escencia, pero no al sujeto. Me refiero a un disco duro portable. Sí. lo voy a hacer. No quiero llevar otra vez el laptop y después usarlo 2 o 3 veces en 3 meses.

Veamos, debo pensar muy bien qué llevo y qué dejo. He decidido que este computador lo dejo. No sé aún si haré lo mismo con mi celular. Uhmmm... pienso que me sirve como cámara, reloj, calendario a veces y para checkear mis correos cuando estoy en el departamento. No están permitidas las llamadas internacionales por el momento, pero me serviría en caso de emergencia.. aunque, si necesito a alguien en caso de emergencia, bien podría llamar desde cualquier teléfono a mi familia. Uhmmmm.. pienso pienso.

A qué se debe tanta revolución? Al fín me iré a vivir a Alemania, definitivamente. Con mi esposo, que desde hace casi dos meses (en dos días los cumplimos) me dió el "Sí, acepto" ante la oficial civil, ante mis padres, hermanos, abuelos y familia más cercana.
Entonces, como lo habíamos planificado por los últimos 3 meses, después del Sí, comenzamos los trámites para obtener una VISA definitiva. Todo sucedió como lo planeamos, sin vericuetos o incertidumbres. Algunos días corriendo para obtener los documentos debidamente firmados, traducidos, aceptados, valorados y adoptados como suyos por la debida embajada. Los papeles se fueron en viaje y, a diferencia de lo que creímos, no necesitaron regresar para traer la buena nueva: estaban aprobados por la administración de la ciudad en Alemania.
Bastó sólo una llamada entonces para comenzar la cuenta regresiva. Cuenta sin números ni fecha en un principio, pero que tras tres días de divagar en silencio, apareció un sábado por la mañana en mi correo. Sra. Figueroa, tiene usted un pasaje de ida a Alemania para este 18 de noviembre. Es un pasaje con regreso porque es más barato comprar ida-regreso que sólo ida. Pero la idea es nunca ocupar el segundo tickete.
Lo pensé tantas veces, en estos dos años y medio de relación, siempre estaba la posibilidad de irme un día, sin regresar a mi país de origen, sólo para "ser" con mi compañero de vida.
Posibilidad lejana hasta hace muy poco.
En realidad, justo a dos años de conocernos, él me pidió la mano. Una semana antes del suceso, yo había decidido que todo se había acabado y me iba sola de vacaciones a una isla... necesitaba pensar, decidir qué haría con mi vida ahora que volvía a estar soltera... dónde buscaría un trabajo, etc. Él no se había animado a dar el siguiente paso y, por lo tanto, yo lo dejaba tranquilo. No iba a pasar nada más entre nosotros.
Me equivoqué como una abeja puede equivocarse al escoger su flor. Un error imperceptible en la danza. Un viento que cambió de improviso el paisaje. Algo. Una estrella que nos distrajo quizá, hizo que, a mi regreso, el mismo ex-novio que había dejado, me dijera lleno de emociones, que no me quería perder por nada del mundo y que sí, quería estar conmigo para toda la vida.
wow.
y ahora estoy sentada pensando, en la tranquilidad de la primavera chilena, qué debo llevar y qué dejar (supuestamente nada) antes de mi viaje a Alemania.
De plano sé que debo preparar una caja con aquella ropa que no me quepa en la maleta. Enviarla a más tardar esta semana, para estar tranquila.
Recoger mi pasaporte timbrado y enviar a traducir y legalizar mis certificados de título. Éste es el único "trámite" que realmente me preocupa. O me preocupaba. Porque ya decidí viajar a Viña esta noche, para mañana organizar la ropa en la caja (si la envío o no, no es relevante) pero sí tomar mis certificados, ir a Santiago y pedir la traducción con extrema urgencia, aunque la retire sólo el lunes siguiente.
Uf!
Me quedan 10 días para decidir qué llevo conmigo. Y velar por aquellas cosas que deje, porque quizá algún día regrese de vacaciones, con hijos, con esposo.. o sola. Pero -por el momento- un viaje de regreso no existe (claro, si no cuento con el tickete ya comprado).
Ahora salgo. debo pensar en más cosas.

domingo, 19 de octubre de 2008

Cartagena de Indias, Colombia

Dónde encuentro las claves del "buen viajero"? Será cierto que estoy de vacaciones? Me acostumbraré en los siguientes días, en las siguientes horas, por Dios, en los próximos minutos.. a este calor húmedo?
Se despertó antes de que sonara su despertador del celular. Lo había programado, a petición de la Tía Paty a las 7 en punto, para alcanzar a tomar desayuno, comprar algunos tours y conocer la 
ciudad en el día.
Así es que lo primero fue mirar la hora: 6:40. Perfecto. Me levanté, duché y a las 7 bajé al hall para preguntar si había conexión a Internet. Tenía que terminar de editar un documento de economía y enviarlo antes de acabar la semana, pero su metódico existir profesional le exigía enviarlo siempre con 3 o 4 días de anticipación a la entrega final.
Entonces bajó con su computador y la cámara fotográfica. Al salir al balcón de la habitación sentí casi la misma sensación de calor asfixiante de la noche anterior. Bajé por el ascensor y fuí testigo del amanecer, allí cerca, a no más de una mano de distancia el sol aparecía tras un cerro y mil edificios... tal como en Chile. 
Tomé unas fotos del fenómeno "amanecer en Colombia" y detuve la risa un segundo antes de bajar del ascensor, para no parecer sorprendida. Así, con cara de "obvio... soy turista pero no tonta" caminó hasta el lobby. Dí los buenos días y pregunté por el Wi Fi. El qué? dijo el recepcionista. Internet, generalicé mientras algo en mi alma decía : NOOOO!!!
Ah! en el segundo piso de aquel edificio azul, ahí saliendo del Resort, hay un ciber café, pero no abre aún.
Qué mal! respondí y repliqué con voz de "estoy pagando por servicios..." leí en la página web del Resort que había Wi Fi, es decir Internet (recalqué de puro pesada),  disponible para los pasajeros". 
Lo lamentamos señorita, pero no tenemos conexión. 

Tomé mi bolso del laptop y me fui a la calle. Un caballero vestido con una de esas camisas caribeñas me abrió la puerta y sonrió con un "buenos días señorita". Le respondí con la sonrisa y la pregunta obvia: además del internet que hay en el segundo piso del edificio azul, hay algún otro lugar desde donde me pueda conectar? No señorita. No conozco realmente dónde. Y a qué hora abren? dije apresurada. Mire, normalmente a las 9, pero no siempre cuentan con Internet desde tan temprano.
Juro que jamás entendí la última parte de la oración. Sólo dije: UHmmm.. entonces iré a tomar desayuno y vuelvo entoces. Pero él dijo, con cara de "tan temprano?" va a tomar desayuno ahora?. Sí, nos informaron que el desayuno se sirve desde las 7, no?
Si, pero recién son las 6:10 de la mañana. Qué?!!! 

Claro. Nunca cambié la hora en mi celular ni en ningún reloj desde que salimos de Chile y, entre mi país y Colombia, hay una leve diferencia horaria. 
Resignada, con una sonrisa de "quiero volver a despertar, pero ahora inteligente", me despedí del gentil portero, del recepcionista y volví a la habitación.

viernes, 17 de octubre de 2008




Después de hacer un "show" en el aeropuerto internacional de Santiago (detalles: me emocionó ver a mi país expuesto en artesanías típicas y no tanto, en los locales dispuestos en la sala de espera para abordar. Mamá fue testigo de mi ataque cuando le confesé: "chita que es lindo mi país... si ya quiero volver"... a lo que mi tía Paty replicó: Claudita tranquila que todavía no salimos de Chile. Plop!).
Entones, impasse superado, abordamos el LAN Chile que nos dejó en Bogotá. Con un clima muy similar al que teníamos en Santiago, me llamaron la atención los taxi, lo pequeño del aeropuerto, la mala conexión a internet Wi Fi y varias cosas más. 
"Hicimos hora" tomando un café y procurando revisar cuentas a través de internet. Ya a las 18 horas pasamos a embarcarnos. Una hora después partía el pequeño AeroColombia con destino a Cartagena de Indias.

Digo y lo repito. Llegar a Cartagena fue como entrar en un sauna desde donde no puedes escapar. Mis precarios conocimientos de la aeronáutica y del clima mundial me hicieron creer que tanto calor (eran las 20 horas) y tanta humedad provenían de la turbina del avión que seguía funcionando. Pero, nuevamente la astuta y siempre mejor preparada que yo, tía Paty, me quitó las iluciones de respirar aire frío: Claudita, éste es el clima de Cartagena y el de Brazil también. Aquí hace calor siempre y siempre hay mucha humedad. 

Repsiré hondo y me saqué hasta la polera que traía. Quedando sólo con una pequeña polera que me regaló Christian cuando viajaron -con Marioly- a Brazil.
En cosa de minutos llegamos al Hotel Decameron Resorts. En una van con un conductor aficionado a la historia o el resultado de años de transportar a turistas... la cosa es que nos habló todo el rato de épocas pasadas, de la Ciudad Antigua, la muralla, la gente aborígen que nunca se fué y los no aborígenes que siempre se creyeron dueños de la tierra.
Ya en el lobby, más tranquilas y con hambre.. y un naciente "frio" que se desplegaba por las paredes, el piso y el cielo del Resort, nos entregaron las llaves de la habitación y un caballero, muy moreno y con camisa colorida (como en las películas del Caribe), nos llevó el equipaje hasta el piso 12.
El olor a humedad estaba en todos lados. Una brisa tibia rozaba cada centímetro del paisaje y el cansancio de viajar miles de kilómetros comenzaba a causar mella en mi organismo



Destino: Colombia


Recibí un llamado a las 9:45 de la mañana de un caluroso día en Linares. Iba saliendo para mi trabajo en plena plaza y, cruzando la calle, la tía Paty Valenzuela (de Santiago) me sorprende con una pregunta: Te gustaría ir de vacaciones al Caribe? 
La pregunta explotó en mi cabeza un millón de ideas sobre playas blancas, aguas tibias y tiempo para descansar... oh si. 
Entonces comenzó con su discurso: Mira, hace un tiempo hablé con tu mamá y ella me dijo que no podía porque.. bla bla bla.. y entonces me llamó hace un tiempo para decirme que si viajaba para afuera te invitara porque tú tenías muchas ganas de viajar... y más bla bla bla.
Finalmente, mencionó los destinos turísticos: Mira Claudita, mi idea es irme a Cartagena de Indias y después a una isla que está en el Caribe, que se llama de San Andrés.
Claro! fue mi única palabra después de 5 minutos pegada al celular.
Y luego, claro, mi razocinio me indujo a preguntar: Pero cuánto cuesta ir para allá????
La tía Paty continuó con un exquisito discurso de hoteles All inclusive, resorts a la orilla del mar y aguas a 23ºC.
Too much. pensé. Luego, me dijo que si me interesaba ella haría las averiguaciones pertinentes con su asistente de viajes y me haría llegar la cotización.
Luego hablamos de una fecha probable... Claudita, yo quiero ir por ahí por la segunda semana de mayo, unos 10 días, te parece? Claro!, dije nuevamente.
Esos últimos meses de trabajo en la plaza me sirvieron para reunir el suficiente dinero para costear mis pasajes e, incluso, comprar algunos dólares con una rebaja que nos hicieron en la tarifa del avión (de seguro nos iremos al lado del baño.. pensé).
Tras ir y venir por la vida: terminar mi trabajo en Linares, dar mi examen de grado en Concepción y, claro, sacar pasaporte, me fuí a Santiago para viajar, el 3 de junio de 2008 a Bogotá, Colombia.

Comenzando


Desde que recuerdo haberme subido a un bus -Linatal, interbus o alguno de la VII región- o bien haber tomado el Tren desde Linares a Santiago y demorar 6 horas.. que me gusta viajar. 
La razón? me encantan los paisajes y escribir sobre ellos. Me hacen pensar. Darme cuenta de realidades que no veo a diario. Tomar decisiones que jamás habría imaginado. Separarme, en definitiva, de mí misma, para encontrarme en el todo.

Independiente de mis viajes dentro de mi país, quisiera comenzar con mi último viaje al extranjero. Por qué? porque es el que va a marcar más mi destino... osea, está cambiando mi "ahora" y mi "soy" como no imaginé.

Demás está decir que agradezco los comentarios, pifias y adición de recuerdos que tal vez se fueron antes de que se convirtieran en experiencias.